-¿Has perdido todas las sonrisas? Tengo una
en el puño…
Y me mostraba su puño cerrado.
-Si quieres te la regalo. Abro el puño y la
coges al vuelo.
Y ella abría el puño y yo sonreía. Era
automático.
Pero yo enseguida dejaba de hacerlo y ella
volvía a la carga.
-Tengo otro puño y en él hay una sonrisa de
oreja a oreja… ¿La quieres?
Y abría nuevamente el puño y yo sonreía de
oreja a oreja. Jamás le falló el truco. Jamás le faltaban sonrisas en puños.
-Brújulas que buscan sonrisas perdidas. Albert Espinosa.-
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